El 8 de Octubre del 2000 se estrenó en Estados Unidos la serie cómica de televisión llamada “Ed.” La premisa del programa era que un exitoso abogado de Nueva York, llamado Ed Stevens, es despedido de la prestigiosa firma legal en la que trabajaba por un error gramatical y decide regresar a su pequeño pueblo natal en Ohio, para terminar como gerente-propietario de un boliche. Su error consistió en colocar mal una coma en un contrato millonario, que terminó costándole a su firma $1.6 millones. La serie gozó de enorme popularidad durante sus cuatro temporadas, no solamente porque el público encontró entretenido el contraste en el cambio de vida de Ed, sino porque también era cómica la noción que un error gramatical tan insignificante fuera cometido por un profesional competente, y que tuviera repercusiones tan graves.
Lamentablemente, estas situaciones no solo ocurren en televisión… y no siempre son cómicas.
“A veces, lo que no está escrito dice más, y es más consecuente, que las palabras que aparecen en el papel.”
El pasado 13 de Marzo del 2017, una Corte de Apelaciones de EE.UU. revirtió una sentencia millonaria de primera instancia – por la falta de una coma. Las leyes laborales del Estado de Maine establecen que no generan el pago de horas extras los trabajos de “…enlatado, procesamiento, preservación, congelamiento, secado, mercadeo, almacenamiento, empacado para envío o distribución de…” productos perecederos. Los conductores de Oakhurst Dairy alegaron que debido a que no había una coma entre los conceptos de ‘empacado para envío’ y de ‘distribución,’ la conjunción disyuntiva de ‘o’ indicaba que ambos son dos nombres distintos de una misma actividad; por lo que la ‘distribución’ propiamente dicha no estaba incluida en la lista de excepciones y sí generaba horas extras. La compañía, por su parte, mantuvo que la conjunción de ‘o’ servía para distinguir indistintamente a todas las actividades de la lista de excepciones, por lo que el ‘empacado para envío’ y la ‘distribución’ eran dos actividades individuales más de un listado de otras, en el que ninguna generaba horas extras. Al final, la Corte dio la razón a los conductores y ordenó a Oakhurst Dairy a pagar más de $10 millones.
Los negocios pierden millones de dólares al año debido a errores gramaticales u ortográficos, que resultan no solamente en pérdidas económicas, sino también en daños para la imagen y prestigio comercial de las compañías, que dejan una impresión de negligencia en la mente de los consumidores. Muchos de estos se deben a errores de digitación, tal como el caso de la línea aérea italiana, Alitalia, que en el 2006 ofreció pasajes aéreos de Canadá a Chipré por solamente $39, dado que el digitador que publicó la tarifa se equivocó al colocar el decimal en el precio normal de $3,900. Este error le causó a Alitalia una pérdida de $7.7 millones en los casi 2,000 boletos que se compraron antes de que tuviera oportunidad de corregir el error. Otros, se deben a descuidos humanos, como cuando la compañía japonesa Mizuho quiso vender acciones de una subsidiaria en la Bolsa de Tokio. La intención era vender acciones individuales a 610,000 Yenes cada una pero, debido a negligencia del corredor, terminaron vendiendo 610,000 acciones a solo un Yen por acción; incurriendo en una pérdida de $340 millones.
No obstante, otros se deben al pobre manejo del idioma del abogado y son éstos los más graves porque precisamente es la labor del abogado asegurar la integridad y claridad del documento. Los abogados trabajan con la palabra y por lo tanto están obligados a manejar el lenguaje con maestría, exactitud y precisión. Su función primordial es de saber articular adecuadamente las posiciones y argumentos de sus clientes, y saber comunicar claramente sus pretensiones. El profesional del Derecho no solo debe tener la capacidad analítica de encontrar soluciones creativas a los problemas, sino también de redactar y expresar claramente sus ideas sin dejar términos vagos o turbios que pongan en tela de juicio la interpretación de lo que quiere transmitir. Esto es especialmente relevante en el caso de contratos y otros instrumentos legales, donde las partes intercambian obligaciones entre sí y cuyo incumplimiento pudiera acarrear graves consecuencias pecuniarias.
En el 2005, la compañía canadiense de telecomunicaciones, Bell Aliant, entró en disputa con la compañía de cable, Rogers Communications, por la rescisión anticipada del contrato entre ellas. La cláusula de terminación establecía que el contrato “…entrará en vigencia desde el momento de su firma y se mantendrá vigente desde su firma por un período de cinco (5) años, y posteriormente por períodos sucesivos de cinco (5) años, hasta o a menos que sea rescindido con por lo menos un (1) año de preaviso por cualquiera de las partes.” Bell Aliant argumentó que ellos tenían el derecho de rescindir anticipadamente el contrato en cualquier momento, siempre que se le diera un preaviso de por lo menos un año a Rogers; mientras que Rogers argumentó que ese derecho aplicaba solo hasta después de vencido el primer período de cinco años. La diferencia entre ambas interpretaciones se debía a la segunda coma y representaba más de $900,000 en daños y perjuicios. Al final, los tribunales dieron la razón a Rogers, auxiliándose de otra versión del contrato en idioma francés.
La gramática y la ortografía sí tienen valor significativo en la redacción y revisión de documentos legales. La coma de Ed le costó $1.6 millones a su firma; un punto decimal le costó $7.7 millones a Alitalia; y la conjunción ‘o’ le costó $10 millones a Oakhurst Dairy. El uso correcto del lenguaje y de las reglas de puntuación es absolutamente esencial para que una interpretación literal no de lugar a ambigüedades. Sin embargo, no basta con solamente verificar que la ortografía y la gramática estén correctas durante un proceso de revisión legal, a como algunos abogados desafortunadamente se limitan a hacer.
Cae dentro del ámbito de responsabilidad del abogado preveer y prevenir posibles confusiones en la interpretación de los instrumentos legales que pudieran dar lugar a controversias y acarrear perjuicios para los intereses de las partes. A veces, lo que no está escrito dice más, y es más consecuente, que las palabras que aparecen en el papel. Y esto es doblemente relevante en países donde el abogado es notario a la vez y asume la responsabilidad profesional de la redacción del documento, y del cumplimiento de las formalidades legales. La revisión constante y minuciosa del texto, y la edición periódica de lo escrito, se convierten entonces en herramientas necesarias para el autor o revisor de documentos legales. La impaciencia y la premura son sus principales enemigos.
Los errores de digitación, el descuido, una pobre ortografía y las faltas gramaticales son lujos que los abogados, lamentablemente, no se pueden dar. Es importante tener presente que “No hay que ser minuciosos” y “No; hay que ser minuciosos” no son la misma cosa.